viernes, 5 de octubre de 2012

Yet Again

Escribir en un lugar público provoca una sensación bastante incomoda a algunas personas.  Es mi caso. Pero no veo otra opción en este momento. Lo necesito por alguna extraña razón.  Apenas y recuerdo la última vez que escribí más de unas pocas líneas. Tuvo que haber sido un comentario largo, alguna opinión concienzuda que tuve sobre alguna publicación de alguno de mis amigos en Facebook. Estaba molesto pero hablaba de probabilidad y psicología de masas. No estaba molesto por la publicación en si misma, pero es el peculiar caso de que pienso mejor en ciertos estados emocionales, cuando me harto de la subjetividad y de las cómodas conductas instintivas, habituales, irracionales… (quejas: pareciera que no puedo escribir por otro motivo). 

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Hablando de memorias, ni siquiera recuerdo haber escrito sobre cómo la novela de “Orgullo y Prejucio” de Jane Austen me persiguió hasta los confines del mundo.  Puedo decir que casi todas las personas con las que he hablado alguna vez saben sobre mi casi obsesivo interés sobre el fenómenode Baader-Meinhof.  No tan sorprendente considerando mi atención a los detalles y las curiosas historias que he pasado. Comenzó con una compra casual de la novela en una feria de libros a principios de 2011 y continuó entrelazándose con un problemático enamoramiento igual casualidad que sigue dándome penas y escalofríos.  Menos sorprendentes deberían ser los frecuentes encuentros con la novela durante mi estancia en Reino Unido. Pero el deseo de la mente de unir los sucesos fortuitos en incasable. Verlo en la mano de una turista en los acantilados de la Petra en Jordania y la mención del mismo titulo por una muchacha turca en una plática después de clases podría ser con algo más de relevancia.

Algo similar me ha estado ocurriendo desde principios de Septiembre con “Ana Karenina” de Tolstoi. Tuve la misma sorpresa al ver el poster de una adaptación al cine hace algunas semanas.

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 Iba en un microbús cuando uno de mis amigos más cercanos hizo un comentario del que no pude evitar reírme. “En serio, ¿qué fue lo que te dijo N.?  Estabas muy tirado a la mierda y ahora andas como si nada.” Pensar en no tener a N. me quita la calma por un instante.  Supongo que mis antítesis y homólogos son relativamente abundantes en el mundo, pero las fronteras, la distancia y una buena cantidad de variables de estadística complican encontrarlos.  De ahí el errado razonamiento de que no existen.  Podría mencionar unas pocas personas dispersas por el país y el mundo. N. es una antítesis y una homólogo a la vez.  N. es mi mejor amiga y no tiene nada que ver con mis persecuciones literarias (a ella voy a llamarla M.).  Aquí he de aclarar que hay un friendzoning voluntario por ambas partes (bromeamos a menudo con eso).No podría ser de otra forma.

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