Escribir en un
lugar público provoca una sensación bastante incomoda a algunas
personas. Es mi caso. Pero no veo otra
opción en este momento. Lo necesito por alguna extraña razón. Apenas y recuerdo la última vez que escribí
más de unas pocas líneas. Tuvo que haber sido un comentario largo, alguna
opinión concienzuda que tuve sobre alguna publicación de alguno de mis amigos
en Facebook. Estaba molesto pero hablaba de probabilidad y psicología de masas.
No estaba molesto por la publicación en si misma, pero es el peculiar caso de
que pienso mejor en ciertos estados emocionales, cuando me harto de la
subjetividad y de las cómodas conductas instintivas, habituales, irracionales… (quejas:
pareciera que no puedo escribir por otro motivo).
***
Hablando de memorias, ni siquiera recuerdo haber escrito sobre cómo la novela de “Orgullo y
Prejucio” de Jane Austen me persiguió hasta los confines del mundo. Puedo decir que casi todas las personas con
las que he hablado alguna vez saben sobre mi casi obsesivo interés sobre el fenómenode Baader-Meinhof. No tan sorprendente
considerando mi atención a los detalles y las curiosas historias que he pasado.
Comenzó con una compra casual de la novela en una feria de libros a principios
de 2011 y continuó entrelazándose con un problemático enamoramiento igual
casualidad que sigue dándome penas y escalofríos. Menos sorprendentes deberían ser los frecuentes
encuentros con la novela durante mi estancia en Reino Unido. Pero el deseo de
la mente de unir los sucesos fortuitos en incasable. Verlo en la mano de una
turista en los acantilados de la Petra en Jordania y la mención del mismo titulo
por una muchacha turca en una plática después de clases podría ser con algo más
de relevancia.
Algo similar me
ha estado ocurriendo desde principios de Septiembre con “Ana Karenina” de
Tolstoi. Tuve la misma sorpresa al ver el poster de una adaptación al cine hace
algunas semanas.
***
Iba en un microbús
cuando uno de mis amigos más cercanos hizo un comentario del que no pude evitar
reírme. “En serio, ¿qué fue lo que te dijo N.? Estabas muy tirado a la mierda y ahora andas
como si nada.” Pensar en no tener a N. me quita la calma por un instante. Supongo que mis antítesis y homólogos son
relativamente abundantes en el mundo, pero las fronteras, la distancia y una
buena cantidad de variables de estadística complican encontrarlos. De ahí el errado razonamiento de que no
existen. Podría mencionar unas pocas
personas dispersas por el país y el mundo. N. es una antítesis y una homólogo a
la vez. N. es mi mejor amiga y no tiene
nada que ver con mis persecuciones literarias (a ella voy a llamarla M.). Aquí he de aclarar que hay un friendzoning
voluntario por ambas partes (bromeamos a menudo con eso).No podría ser de otra forma.
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