Moshé Feldenkrais fue un personaje interesante. Fue un físico e ingeniero que en los años 30's trabajó como asistente de investigación para Frederic Joliot-Curie (yerno de los Curie) en Francia. En esa misma época se hizo amigo cercano de Jigoro Kano (fundador del Judo). Cuando se atravesó la segunda guerra mundial escapó a Reino Unido y fue contratado para mejorar y desarrollar armas contra los Nazis (no me se bien la historia pero se presentó con la armada británica con una jarra de agua pesada). Padecía de dolor crónico en una pierna y un día tuvo un extraño incidente que lo volvió un filosofo de la cognición. La historia corta es que se curó espontáneamente en un lapso de unas horas después de tener una segunda lesión en la pierna que no le dolía. Tuvo una idea muy adelantada a su época: que el sistema nervioso era capaz de reconfigurarse en caso de lesiones o amputaciones. Con influencia de James Gibson y Henri Poncairé, se adelantó varios años a las ideas del enactivismo y la cognición corporizada. Aquí es donde empieza la conexión con la con la imágen que comparto porque me recordó a una de las ideas que más le fascinaba. Feldenkrais le llama la "obviedad elusiva" al hecho de que el movimiento humano inconsciente representa una ínfima parte del espacio de fase (todas las combinaciones de movimientos e intensidades posibles) del cuerpo. Desarrolló un método que originalmente era un recurso para aumentar este "awareness" de las posibilidades mediante una serie de ejercicios físicos. En la actualidad se usa como una forma de "yoga" pero esa no era la idea original de Feldenkrais. Lo que me encantó después de probar algunos ejercicios simples es que la física de la actividad te permite generalizar a la manera en que actuamos a nivel mental. En el momento en que vuelves evidente que tienes más opciones de actuar, donde creías que no las tenías, se abre una posibilidad real cambiar. Sabes ahora que puedes romper el patrón. La dificultad está en lo elusivo que es esa aparente obviedad.